¿En qué se
parecen los delincuentes juveniles al actual Estado Venezolano? A primera vista
la pregunta parece absurda o totalmente halada por los pelos. Pero
lamentablemente no lo es, porque en realidad hay varias semejanzas, con las
cuales me topé por casualidad hace algún tiempo, cuando traducía el artículo
“Inmadurez moral y comportamiento antisocial”, de John C. Gibbs[i].
En ese artículo
Gibbs explica que los jóvenes que manifiestan un comportamiento antisocial
típicamente tienen, entre otras características (no las voy a incluir todas en
la comparación, aunque se podría), un
patrón de pensamiento claramente distorsionado. La distorsión cognitiva básica
o primaria es ver el mundo como si los deseos, opiniones, necesidades o
derechos de uno son siempre lo más importante, mientras que los deseos,
opiniones, necesidades o derechos de los demás cuentan poco o nada. Todo ello,
con una perspectiva cortoplacista que impide valorar adecuadamente no sólo el
bien común, sino incluso los propios intereses a largo plazo. Dada esa
perspectiva, las normas de cualquier tipo son absolutamente irrelevantes. En
palabras de un transgresor de catorce años: “Yo nací con la idea de que podía
hacer lo que quisiera. Siempre sentí que las reglas y reglamentos no eran para
mí”[ii].
Derivadas de esa
distorsión primaria, añade Gibbs, generalmente se observan algunas distorsiones
cognitivas secundarias o “racionalizaciones protectoras”, destinadas a reducir
el estrés psicológico que pueden experimentar los transgresores al hacerle daño
a otras personas. Las más comunes de esas
distorsiones son “culpar a otros”; “asumir lo peor”; y “minimizar o
tergiversar”.
Para quienes
conocen la realidad venezolana, seguramente resultará muy fácil encontrar abundantes ejemplos de cómo
el “narcisismo-leninismo” chavista ha empleado este tipo de distorsiones
egocéntricas para justificar el quebrantamiento de cualquier ley, norma o
principio moral que le resulte incómodo. Pero para quienes me lean desde otras
tierras, escojo unas pocas ilustraciones.
Culpar a otros. Aunque la incompetencia de los funcionarios
chavistas es ya legendaria, muy rara vez reconocen falla alguna y cuando la
reconocen se eximen de culpas atribuyéndoselas más bien a un catálogo de chivos
expiatorios que incluyen al Imperio, el capitalismo, la derecha, los oligarcas,
los opositores, los comerciantes, los gobiernos anteriores (sin reparar en que
se trata de ellos mismos), las policías regionales que no están bajo su mando, el
“Niño” metereológico, y hasta las pobres
iguanas, incapaces de replicar que no son ellas las responsables de las frecuentes
fallas eléctricas, sino la falta de mantenimiento e inversiones. Ahora bien, mención aparte merecen los hechos
de violencia, pues aunque haya pruebas fehacientes de que ha sido un
funcionario o militante chavista quien ha golpeado, apedreado o disparado, la
culpa siempre se le traslada a la víctima mediante el concepto de “provocación” ―por lo visto un principio
fundacional del Socialismo del Siglo XXI―. Provocaciones, según la visión chavista,
no son sólo cualesquiera formas de
protestar legalmente en defensa de un derecho; pues hasta el simple hecho de transitar
por calles o vecindarios que el gobierno considera sus bastiones, con símbolos
políticos distintos a una camisa roja, puede ser motivo suficiente para ser
considerado un provocador o un enemigo del país y tratado en consecuencia.
Asumir lo peor. En el caso venezolano, esto se puede resumir con
una palabra: “desestabilización”. Porque
hasta la más inofensiva protesta o la más timorata de las críticas es
usualmente interpretada por los jerarcas chavistas como una conspiración para “desestabilizar”
el país o incluso como parte de una supuesta “guerra”
con la que suelen justificar cualquier arbitrariedad que se les ocurra. Tal
vez, en verdad, deberíamos añadir la palabra “magnicidio”, pues cada cierto
tiempo el difunto Hugo Chávez denunciaba que la oposición local y/o
internacional le quería asesinar. Ahora, su ilegítimo sucesor, Nicolás Maduro,
ha empezado a hacerlo también. Pero lo que me hace dudar es que categorizar a
esas denuncias como “racionalizaciones protectoras” suena demasiado elegante;
creo que más exacto sería llamarlas “vulgares patrañas”o “mentiras
periódicamente recicladas”.
Diputado Julio Borges, cuyas lesiones fueron minimizadas por sus agresores como simple "maquillaje". |
Minimizar o tergiversar. Este tipo de maniobras cognitivas ha sido
cultivado por el chavismo hasta el punto de convertirlas en un verdadero arte.
Y la obra maestra del género, supongo se logró después de la explosión
accidental de la gran refinería de Amuay; pues en vez de destituir a los
responsables, Chávez se las arregló más bien... ¡para felicitarlos! Varios
ejemplos más recientes se generaron a raíz de la premeditada agresión sufrida
por los diputados de oposición dentro del Parlamento venezolano. Pues aunque la
misma pudo ser observada por miles de televidentes gracias al video de un
teléfono (en franca complicidad, la cámara de la televisión estatal fue
apuntada hacia el techo), los voceros del chavismo, además del consabido
recurso a la provocación, procuraron también minimizar el asunto hablando de meras “bofetadas”, y aún más grotescamente, afirmando que los hematomas y
fracturas sufridas en el rostro por las víctimas no fueron tales, sino tan sólo
“maquillaje” destinado a engañar a la audiencia de las televisoras privadas[iii].
Diputada María Corina Machado, cuyas lesiones fueron atribuidas por Venezolana de Televisión a la debilidad de las narices burguesas. |
Y algo más. A raíz de los sucesos en el parlamento, por otra parte, también quedó en evidencia un fenómeno psicológico que no se
menciona en el análisis de Gibbs sobre el comportamiento antisocial entre los
jóvenes. Un tipo de pensamiento que más bien parece ser propio de antisociales veteranos
o consumados. Me refiero a un “chiste” que hiciera Mario Silva, ancla del
principal canal televisivo del Estado venezolano, ilegalmente puesto al
servicio del partido de gobierno. El chiste, si así puede llamársele, en vista
de que fue seguido por risas en el estudio de televisión, hizo alusión a las
cuatro fracturas que sufriera en la nariz la diputada opositora María Corina
Machado. En este caso, después de poner en duda que la agresión se hubiera
producido, Silva se contradijo inmediatamente, al agregar: “Nariz
de burguesa no aguanta coñazo, compadre. Ojo, no estamos haciendo apología a la
violencia ni nada por el estilo, pero la verdad es que ellos nacen
delicados”[iv].
En este caso, los
mecanismos y propósitos de la racionalización son obvios. Una nariz es una
cosa, no es una persona. Una burguesa no es una dama, es el enemigo. Un enemigo que "nace" ya defectuoso. De modo que darle un puñetazo
o una tanda de patadas no es un delito, ni siquiera un abuso, sino tan solo una demostración
de lo fuertes que son los “revolucionarios”. Si con eso se producen lesiones no es porque los chavistas
sean violentos, sino porque los demás son delicados... De modo que, siguiendo ese modo de pensar, resulta claro que robar, secuestrar o
matar a otros no es gran cosa, lo que pasa es que hay muchos llorones, y además “se
lo merecían” (esta última idea es un aporte de Iris Varela, Ministra teóricamente
encargada de las cárceles venezolanas, que en la práctica son gobernadas por
los “pranes” o prisioneros más peligrosos y desalmados).
¿Cómo se podría
ubicar, dentro del vocabulario de las ciencias humanas, esta manera de ver el
mundo y de expresarse? Yo sé que Bandura, Zimbardo y otros psicólogos sociales han analizado cuán
dañina es esa clase de “deshumanización”[v],
la cual ha abonado el terreno para diversas guerras civiles y genocidios. Pero aún así
creo que nos faltan precisiones o herramientas conceptuales para describir, denunciar y prevenir este
tipo de... ¿sociopatía?, ¿deleite
antisocial?, ¿orgullo criminal?
Tal vez mis dificultades para clasificar teóricamente este tipo de miseria se deban a la simple
ignorancia. Al fin y al cabo, como investigador educativo siempre me
interesé en el tema de la madurez moral, no en el de la degradación humana. Pero
no creo que haga falta ser un especialista en nada para entender hacia dónde conduce
el financiamiento gubernamental de esta calaña de “comunicación social” y de “televisión
pública”. Ojalá las audiencias que se
identifican con el chavismo tomen conciencia al fin, antes de que sea demasiado
tarde, de lo que se han acostumbrado a ver y a celebrar. Porque también mediante
el simple acto de aplaudir, puede uno convertirse en cómplice y empaparse las
manos de sangre.
[i] Gibbs,
J. C. (2010). Inmadurez moral y comportamiento antisocial. Postconvencionales, No. 2, pp. 21-56. Disponible en http://www.postconvencionales.org.ve/index.php/ethikos/article/view/37
[ii]
Ibid., p. 30.
[iii]
Elvis Amoroso asegura que Julio Borges fue maquillado para los medios. (2013,
1º de Mayo). El Universal. Disponible
en http://www.eluniversal.com/nacional-y-politica/130501/elvis-amoroso-asegura-que-julio-borges-fue-maquillado-para-los-medios
[iv]
Noticiero Digital (2 de Mayo de 2013). Mario Silva: Nariz de burguesa no
aguanta coñ... Disponible en http://www.noticierodigital.com/2013/05/mario-silva-nariz-de-burguesa-no-aguanta-con/
[v] Para una revisión general del tema veáse a
Rodríguez Pérez, A. (2007). Nosotros somos humanos, los otros no. El estudio de
la Deshumanización y la Infrahumanización en Psicología. Revista IPLA, Vol.1, no. 1, pp. 28-39. Disponible en http://www.armandorodriguez.es/Articulos/archivos/RPerez2007.pdf
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