martes, 7 de mayo de 2013

"Nariz de burguesa no aguanta coñazo", o la televisión pública venezolana al servicio del pensamiento antisocial


¿En qué se parecen los delincuentes juveniles al actual Estado Venezolano? A primera vista la pregunta parece absurda o totalmente halada por los pelos. Pero lamentablemente no lo es, porque en realidad hay varias semejanzas, con las cuales me topé por casualidad hace algún tiempo, cuando traducía el artículo “Inmadurez moral y comportamiento antisocial”, de John C. Gibbs[i]

En ese artículo Gibbs explica que los jóvenes que manifiestan un comportamiento antisocial típicamente tienen, entre otras características (no las voy a incluir todas en la comparación,  aunque se podría), un patrón de pensamiento claramente distorsionado. La distorsión cognitiva básica o primaria es ver el mundo como si los deseos, opiniones, necesidades o derechos de uno son siempre lo más importante, mientras que los deseos, opiniones, necesidades o derechos de los demás cuentan poco o nada. Todo ello, con una perspectiva cortoplacista que impide valorar adecuadamente no sólo el bien común, sino incluso los propios intereses a largo plazo. Dada esa perspectiva, las normas de cualquier tipo son absolutamente irrelevantes. En palabras de un transgresor de catorce años: “Yo nací con la idea de que podía hacer lo que quisiera. Siempre sentí que las reglas y reglamentos no eran para mí”[ii].

Derivadas de esa distorsión primaria, añade Gibbs, generalmente se observan algunas distorsiones cognitivas secundarias o “racionalizaciones protectoras”, destinadas a reducir el estrés psicológico que pueden experimentar los transgresores al hacerle daño a otras personas.  Las más comunes de esas distorsiones son “culpar a otros”; “asumir lo peor”; y “minimizar o tergiversar”.

Para quienes conocen la realidad venezolana, seguramente resultará muy  fácil encontrar abundantes ejemplos de cómo el “narcisismo-leninismo” chavista ha empleado este tipo de distorsiones egocéntricas para justificar el quebrantamiento de cualquier ley, norma o principio moral que le resulte incómodo. Pero para quienes me lean desde otras tierras, escojo unas pocas ilustraciones. 

Culpar a otros. Aunque la incompetencia de los funcionarios chavistas es ya legendaria, muy rara vez reconocen falla alguna y cuando la reconocen se eximen de culpas atribuyéndoselas más bien a un catálogo de chivos expiatorios que incluyen al Imperio, el capitalismo, la derecha, los oligarcas, los opositores, los comerciantes, los gobiernos anteriores (sin reparar en que se trata de ellos mismos), las policías regionales que no están bajo su mando, el “Niño” metereológico, y hasta  las pobres iguanas, incapaces de replicar que no son ellas las responsables de las frecuentes fallas eléctricas, sino la falta de mantenimiento e inversiones.  Ahora bien, mención aparte merecen los hechos de violencia, pues aunque haya pruebas fehacientes de que ha sido un funcionario o militante chavista quien ha golpeado, apedreado o disparado, la culpa siempre se le traslada a la víctima mediante el concepto  de “provocación” ―por lo visto un principio fundacional del Socialismo del Siglo XXI―. Provocaciones, según la visión chavista,  no son sólo cualesquiera formas de protestar legalmente en defensa de un derecho; pues hasta el simple hecho de transitar por calles o vecindarios que el gobierno considera sus bastiones, con símbolos políticos distintos a una camisa roja, puede ser motivo suficiente para ser considerado un provocador o un enemigo del país y tratado en consecuencia.

Asumir lo peor. En el caso venezolano, esto se puede resumir con una palabra:  “desestabilización”. Porque hasta la más inofensiva protesta o la más timorata de las críticas es usualmente interpretada por los jerarcas chavistas como una conspiración para “desestabilizar” el país o incluso como parte de una supuesta “guerra” con la que suelen justificar cualquier arbitrariedad que se les ocurra. Tal vez, en verdad, deberíamos añadir la palabra “magnicidio”, pues cada cierto tiempo el difunto Hugo Chávez denunciaba que la oposición local y/o internacional le quería asesinar. Ahora, su ilegítimo sucesor, Nicolás Maduro, ha empezado a hacerlo también. Pero lo que me hace dudar es que categorizar a esas denuncias como “racionalizaciones protectoras” suena demasiado elegante; creo que más exacto sería llamarlas “vulgares patrañas”o “mentiras periódicamente recicladas”.  
 
Diputado Julio Borges, cuyas lesiones
fueron minimizadas  por  sus agresores
como simple "maquillaje".
Minimizar o tergiversar. Este tipo de maniobras cognitivas ha sido cultivado por el chavismo hasta el punto de convertirlas en un verdadero arte. Y la obra maestra del género, supongo se logró después de la explosión accidental de la gran refinería de Amuay; pues en vez de destituir a los responsables, Chávez se las arregló más bien... ¡para felicitarlos! Varios ejemplos más recientes se generaron a raíz de la premeditada agresión sufrida por los diputados de oposición dentro del Parlamento venezolano. Pues aunque la misma pudo ser observada por miles de televidentes gracias al video de un teléfono (en franca complicidad, la cámara de la televisión estatal fue apuntada hacia el techo), los voceros del chavismo, además del consabido recurso a la provocación, procuraron también minimizar el asunto hablando de meras “bofetadas”, y aún más grotescamente, afirmando que los hematomas y fracturas sufridas en el rostro por las víctimas no fueron tales, sino tan sólo “maquillaje” destinado a engañar a la audiencia de las televisoras privadas[iii]

Diputada María Corina Machado, cuyas
lesiones fueron atribuidas por
Venezolana de Televisión a la
 debilidad de las narices burguesas.  
Y algo más. A raíz de los sucesos en el parlamento, por otra parte,  también quedó en evidencia un fenómeno psicológico que no se menciona en el análisis de Gibbs sobre el comportamiento antisocial entre los jóvenes. Un tipo de pensamiento que más bien parece ser propio de antisociales veteranos o consumados. Me refiero a un “chiste” que hiciera Mario Silva, ancla del principal canal televisivo del Estado venezolano, ilegalmente puesto al servicio del partido de gobierno. El chiste, si así puede llamársele, en vista de que fue seguido por risas en el estudio de televisión, hizo alusión a las cuatro fracturas que sufriera en la nariz la diputada opositora María Corina Machado. En este caso, después de poner en duda que la agresión se hubiera producido, Silva se contradijo inmediatamente, al agregar: “Nariz de burguesa no aguanta coñazo, compadre. Ojo, no estamos haciendo apología a la  violencia ni nada por el estilo, pero la verdad es que ellos nacen delicados[iv].

En este caso, los mecanismos y propósitos de la racionalización son obvios. Una nariz es una cosa, no es una persona. Una burguesa no es una dama, es el enemigo. Un enemigo que "nace" ya defectuoso. De modo que darle un puñetazo o una tanda de patadas no es un delito, ni siquiera un abuso, sino tan solo una demostración de lo fuertes que son los “revolucionarios”.  Si con eso se producen lesiones no es porque los chavistas sean violentos, sino porque los demás son delicados... De modo que, siguiendo ese modo de pensar, resulta claro que robar, secuestrar o matar a otros no es gran cosa, lo que pasa es que hay muchos llorones, y además “se lo merecían” (esta última idea es un aporte de Iris Varela, Ministra teóricamente encargada de las cárceles venezolanas, que en la práctica son gobernadas por los “pranes” o prisioneros más peligrosos y desalmados). 

¿Cómo se podría ubicar, dentro del vocabulario de las ciencias humanas, esta manera de ver el mundo y de expresarse? Yo sé que Bandura, Zimbardo y  otros psicólogos sociales han analizado cuán dañina es esa clase de “deshumanización”[v], la cual ha abonado el terreno para diversas guerras civiles y genocidios. Pero aún así creo que nos faltan precisiones o herramientas conceptuales  para describir, denunciar y prevenir este tipo de...  ¿sociopatía?, ¿deleite antisocial?, ¿orgullo criminal?  

Tal vez mis dificultades para clasificar teóricamente este tipo de miseria se deban a la simple ignorancia. Al fin y al cabo, como investigador educativo siempre me interesé en el tema de la madurez moral, no en el de la degradación humana. Pero no creo que haga falta ser un especialista en nada para entender hacia dónde conduce el financiamiento gubernamental de esta calaña de “comunicación social” y de “televisión pública”.  Ojalá las audiencias que se identifican con el chavismo tomen conciencia al fin, antes de que sea demasiado tarde, de lo que se han acostumbrado a ver y a celebrar. Porque también mediante el simple acto de aplaudir, puede uno convertirse en cómplice y empaparse las manos de sangre.



 


[i] Gibbs, J. C. (2010). Inmadurez moral y comportamiento antisocial. Postconvencionales, No. 2, pp. 21-56. Disponible en http://www.postconvencionales.org.ve/index.php/ethikos/article/view/37
[ii] Ibid., p. 30.
[iii] Elvis Amoroso asegura que Julio Borges fue maquillado para los medios. (2013, 1º de Mayo). El Universal. Disponible en http://www.eluniversal.com/nacional-y-politica/130501/elvis-amoroso-asegura-que-julio-borges-fue-maquillado-para-los-medios
[iv] Noticiero Digital (2 de Mayo de 2013). Mario Silva: Nariz de burguesa no aguanta coñ... Disponible en http://www.noticierodigital.com/2013/05/mario-silva-nariz-de-burguesa-no-aguanta-con/
[v] Para una revisión general del tema veáse a Rodríguez Pérez, A. (2007). Nosotros somos humanos, los otros no. El estudio de la Deshumanización y la Infrahumanización en Psicología. Revista IPLA, Vol.1, no. 1, pp. 28-39. Disponible en http://www.armandorodriguez.es/Articulos/archivos/RPerez2007.pdf