viernes, 21 de febrero de 2014

Sobre el verdadero poder moral vs. los balazos en la cabeza


¿Dónde reside el “poder moral” en la Venezuela de hoy? ―si es que tal cosa existe―. Como se sabe, la Constitución vigente contiene una invención burocrática llamada “Poder moral o ciudadano”. Entonces, teóricamente, o más bien deberíamos decir “sarcásticamente”, el poder moral reside en el sepulcro de un funcionario fallecido hace más de dos años (el Contralor General de la República, a quien no se le ha buscado reemplazo), y en los despachos de dos funcionarias notoriamente sumisas ante los caprichos del Poder Ejecutivo (la Fiscal General y la “Defensora” del Pueblo). Pero en la práctica es claro que no hay allí, ni en el resto del régimen chavista, poder moral alguno ni nada que se le parezca. Porque la fórmula del verdadero poder moral combina la justicia y la compasión en partes iguales, y aquí tanto lo uno como lo otro han sido sustituidos por tanquetas y “gas del bueno” (brasileño, por cierto). Hace unos 20 años, seguramente, algunos de los jerarcas rojo-rojitos gozaron de cierto ímpetu moral, cuando se oponían a las injusticias de la época. Pero ahora, cuando en vez de corregirlas se han dedicado a modernizarlas y profundizarlas, con balazos humanistas, mentiras e infamias de todo calibre, guisos patrióticos, y sedientos de sangre “colectivos de paz”, lo que les puede quedar son si acaso unos pocos remordimientos, minimizados por toda la riqueza, arrogancia y crueldad que han acumulado. 
   
Génesis Carmona, joven carabobeña víctima
del socialismo humanista del Siglo XXI
Entre tantas indignaciones recientes, reverberan todavía en mi mente las palabras del actual Ministro del Interior a raíz del reciente asesinato de dos venerables religiosos salesianos. Dijo el alto funcionario: “Lamentamos esa muerte, y esperamos que la iglesia, y quienes la siguen, no hagan de la muerte un festín” [1]. Personalmente, creo que incluso un agnóstico como yo debería reconocer la ascendencia moral que le otorga a los salesianos, el hecho de haberles proporcionado educación técnica de primera calidad a generaciones enteras de humildes jóvenes venezolanos. Pero a los ojos del señor Ministro, la catadura moral de esa congregación o de la Iglesia toda es tal, que el hecho de ver apuñalados a dos de los suyos previsiblemente les llevaría a organizar alguna clase de desenfreno bailable. Sinceramente no tengo la menor idea de a qué clase de bonches o fiestas “rave” acostumbra asistir el Ministro Rodríguez Torres, como para haber dado semejante declaración, pero dada esa actitud ante la institución que tradicionalmente era reconocida como la guía espiritual de la mayoría de los venezolanos, resulta claro que no contamos ya con ninguna tribuna moral ampliamente compartida, que pudiese ayudarnos a encontrarle solución a la terrible crisis política en que hemos estado sumergidos por tanto tiempo.   

En todo caso, lo cierto es que no hay papel sellado o leguleyería alguna capaz de congelar, manipular o acallar al poder moral. Porque una de las características definitorias de la moral, como lo explica el filósofo Vittorio Hösle, es su prerrogativa o derecho a evaluar cualquier otra clase de acción (u omisión) humana [2]. Por eso, el verdadero poder moral es una forma de energía, dependiente del sentido que le demos a la vida, de naturaleza libérrima o absolutamente indómita, incluso en ese tipo de situaciones en las que la persona pueda estar físicamente sometida ―prisionera, maniatada, o con un arma apuntándole a la cabeza―. Es como si estuviera compuesto de gotas de agua, que brotando de las conciencias individuales, tienden a unirse, formando arroyos, torrentes y mares.

Por eso es que las cadenas televisivas presidenciales, o en general los medios y programas del oficialismo, son tan patéticos y en definitiva ineficaces. Porque operan como si se pudiera decretar que el mar no haga olas, o como si un río pudiera marchar de abajo hacia arriba, mediante amenazas. Igualmente, es por eso que hoy por hoy el poder moral se oye más claro en las voces de los jóvenes y circula preferentemente a través de las nuevas redes sociales. Sin respetar jurisdicciones de ningún tipo, que en realidad no vienen al caso, porque en materia del bien y del mal no hay soberanías que valgan. Menos aún con los periódicos y televisoras o radios independientes arrinconadas o saqueadas.

Por eso no sólo es válido, sino también beneficioso, que Rihanna, Rubén Blades o Madonna, entre tantos más, nos evalúen a unos y a otros; y por eso es justo también, mientras no se incurra en amenazas o insultos, que se increpe a Dudamel y a Abreu a que aclaren si efectivamente creen que “así es que se gobierna”. Pues teniendo un oído tan sublime como el de ellos, es incomprensible que jamás hayan escuchado ni un solo cacerolazo, o ni una sola detonación que les conmueva; o que por estar tan enfrascados en su arte, no se hayan enterado de que la paz del país pende de un delgado hilo, no precisamente musical. 

Por supuesto, mucho mejor sería habernos puesto de acuerdo hace tiempo para conformar una Comisión de la Verdad, o que la OEA hubiese realmente cumplido su papel, o que se conforme el Comité de ex-presidentes latinoamericanos que Leopoldo López ha planteado. Pero a falta de genuinos árbitros y estadistas, buenos son los pronunciamientos de las celebridades, y los debates entre sus admiradores o detractores. Dicho de otro modo, creo que en la medida en que alguien es seguido en el plano virtual, por las razones que sean, en esa misma medida se genera una responsabilidad, así como el derecho de los participantes en las redes a conocer, compartir, rebatir o reprochar los juicios de valor de sus personalidades favoritas, ya sean peloteros, líderes políticos, cantantes o artistas de cualquier tipo, sin olvidar a los actores y actrices porno, y aunque sea en apenas 140 caracteres.


Sitio donde cayó el joven caraqueño Bassil Da Costa.
En fin, por si acaso, aclaro que al reflexionar sobre el verdadero poder moral no pretendo ser ninguna clase de gurú ni mucho menos. Lo que escribo se basa simplemente en lo que he leído. Y lo que he leído subraya, en muchas formas, que el nacimiento, transmisión y mengua del verdadero poder moral tiene mucho de impredecible y paradójico. De hecho, de nuevo como el agua, es al mismo tiempo supremamente débil y supremamente fuerte. Porque el poder moral no te protege, en lo más mínimo, de las balas blindadas, de los perdigones apuntados a los ojos, de las torturas con electricidad, o de que te violen con el cañón de un fusil. Y sin embargo, aún cuando de un disparo a mansalva los “próceres” del chavismo logren que tu poder moral deje de latir, éste puede reencarnar en otros, y a través de ellos perseguir a los agresores, y a sus jefes o financistas, por el resto de sus días ―tal vez hasta más allá―. En ese sentido, pasa con las canciones de Rubén Blades lo mismo que con las enseñanzas de la moral, de la religión o del humanismo: que de poco vale repetirlas hasta memorizarlas, si para empezar no las entiendes.





[1] Notitarde.com (2014, febrero 16). Capturan a uno de los implicados en el homicidio de los religiosos en Valencia, aseguró el Ministro Miguel Rodríguez Torres. http://www.notitarde.com/Pais/Rodriguez-Torres-sobre-asesinato-de-religiosos-hay-extranas-circunstancias/2014/02/16/305053
[2] Hösle, Vittorio (2004). Morals and Politics. Notre Dame: University of Notre Dame Press, p. 78.