Hoy por hoy, la llamada “psicología positiva”, que se
enfoca en el bienestar o en la felicidad más que en lo enfermizo, es cada vez
más popular. En cambio, hasta donde sé, la expresión “antropología positiva” se
usa rara vez[1] y
en otro sentido, más bien antiguo, como sinónimo de antropología empírica o
científica, sin ningún acento especial en la plenitud humana o cultural. Por
otra parte, más allá de las ciencias sociales, predomina en Occidente la visión
hobbesiana según la cual homo homini
lupus: “el hombre es el lobo del hombre”. En otras palabras, predominan las
ideas de que los seres humanos son egoístas y malos por naturaleza; y de que su
“estado de naturaleza” es la anarquía o la guerra. Por fortuna, poco a poco
cobran fuerza enfoques que cuestionan esa visión y reivindican la idea, planteada
entre otros por Santo Tomás, de que la naturaleza de los seres humanos es más
bien sociable y bondadosa: naturaliter
homo homini amicus[2].
Según la síntesis de Douglas Fry, por ejemplo, está
surgiendo una nueva perspectiva de la evolución humana, que sin descartar de un
todo la dimensión competitiva o conflictiva de la misma, se basa en recientes
avances teóricos y en “un considerable caudal de datos sobre los seres humanos
y los animales, para mostrar que la cooperación, el compartir, la ayuda y la
reconciliación también tienen una sólida base evolutiva”[3].
Especialmente, lo que se sabe en la actualidad sobre las “pequeñas bandas de
cazadores y recolectores”, quienes representarían por mucho la mayor parte de
la historia de nuestra especie, indica que Hobbes estaba equivocado al pensar
que no es posible vivir en paz sin un Estado que imponga algún orden. Así, según
una enciclopedia enteramente dedicada a las culturas de cazadores-recolectores:
“La evidencia indica que han vivido juntos [hasta hace poco] sorprendentemente
bien, resolviendo sus problemas entre ellos, básicamente sin recurrir a figuras
de autoridad y sin una particular propensión a la violencia. Esto no concuerda
con la situación que Thomas Hobbes, el gran filósofo del siglo XVII, resumió en
la famosa frase de ‘la guerra de todos contra todos’”[4].
Claro, inmersos como estamos los venezolanos en un
período histórico de crispación y agudo conflicto, estas disquisiciones pueden
lucir absolutamente ociosas o inútiles. Sin embargo, aunque las ideas o
preconcepciones con las que vivimos pueden ser inmateriales, se traducen en
consecuencias perfectamente reales o palpables. Si damos por sentado que como
seres humanos estamos condenados a robarnos y matarnos unos a otros, entonces sin
duda nuestro destino se decidirá entre los malandros y los grupos de
exterminio, entre la guerrilla y las organizaciones de autodefensa, o en las
manos de incontables mafias de todo pelaje y color. Para vivir en paz, ante
todo debemos creer que es posible, y además aprender de quienes la practican o
han practicado por mucho tiempo.
En ese sentido, hay que tener en cuenta los problemas
de escala y tipo de organización. Porque no es lo mismo mantener la paz entre
un limitado número de familias o de tribus, que valoren la igualdad, a
mantenerla entre millones de personas, que valoren la obediencia y las
jerarquías. Para la antropología es muy claro, de nuevo según Fry[5],
que a mayor complejidad social, mayor es la dificultad de preservar la paz.
Pero en todo caso es posible, y los modelos a seguir incluyen desde los
aborígenes australianos hasta la Unión Europea. Al comparar esos modelos, se
desprende que los “sistemas de paz” exitosos parecen tener seis características
distintivas: (a) una identidad social
abarcante, o lo que es lo mismo, un “nosotros” extendido; (b) interconexiones
entre subgrupos; (c) interdependencia; (d) valores no bélicos; (e) simbolismos
y ceremonias que refuerzen la paz; y (f) instituciones de un orden o nivel
superior para el manejo de conflictos ―lo cual no necesariamente implica un gobierno
común o centralizado―.

En fin, volviendo a la situación venezolana, si
prestamos atención a Fry y a otros estudiosos de la paz, salta a la vista que
las mejores respuestas a la ola de violencia por la que estamos atravesando no son
ni militarizar las calles, ni rebajar la
edad desde la cual se puede meter preso a un muchacho. Si el gobierno actual realmente
desea promover la paz, mucho más lógico sería empezar recomponiendo el “nosotros”
y nuestras instituciones. Recordar que venezolanos o patriotas somos todos, independientemente
de si somos opositores, oficialistas o ni-nis, y disponerse a relegitimar las instituciones
clave del país con un alto grado de consenso político y social. Empezando por
aquellas como la Contraloría, cuyo titular falleció hace tiempo, o el Poder
Electoral, cuyos Rectores tienen el período vencido; pero incluyendo también a aquellas
considerablemente desprestigiadas por el sectarismo y la corrupción ―como es el
caso del Poder Judicial―. Supongo que por haber pasado ya las fechas de pedirle
deseos al Niño Jesús, estas reflexiones sonarán demasiado ingenuas. Pero lo
verdaderamente ridículo es financiar desde el Estado bandas de motociclistas armados,
y permitirles cualquier desmán que se les antoje, para luego echarle la culpa
de la creciente violencia a los fotógrafos de sucesos y a los guionistas de
telenovelas.
[1] Una
excepción la ofrece Fischer, Ted (2010, July 16). A Positive Anthropology. Anthropological Observations... [Blog]. Disponible en http://anthropologicalobservations.blogspot.com/2010/07/positive-anthropology.html
[2] Véase a Scheule, R. M.
(2012). “Evolutionary Ethics 2.0”? Evolutionary Anthropology’s Findings about
the Nature of Man. Disponible en http://www.con-spiration.de/texte/english/2012/scheule-e.html
[3] Fry, Douglas P. (2012). Life
without War. Science, No. 336, pp.
879-884.
[4] Lee D., y Daly, R. Introducción
a la Cambridge Encyclopedia of Hunters
and Gatherers, citados por Fry, D. P. (2007). Beyond War, The Human Potential for Peace. New York: Oxford
University Press.
[5] Op. cit., Life without War,
p. 881.
[6] “Una economía positiva es una
economía que adapta al capitalismo a fin de asegurarse que éste asuma una
perspectiva a largo plazo”. LH Forum.
Movement for a Positive Economy. [Página en línea]. Disponible en http://www.lh-forum.com/
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