"Lo opuesto al juego no es el trabajo, sino la
depresión".
Brian
Sutton-Smith
Conversando hace poco con el amigo Fernando
Pereira, me contaba él que en sus investigaciones para cecodap ha sabido de escuelas venezolanas, públicas y
privadas, donde los niños no tienen recreo. Los motivos parecen ser
diversos. En algunos casos parecen ser
administrativos, cuestiones de horario; posiblemente relacionadas con la nueva
ley del trabajo —digo yo, especulando—. Es claro que a veces la infraestructura
tiene parte de la culpa; las escuelas son casas pequeñas o mal adaptadas, sin
un patio donde los chiquillos puedan correr o saltar libremente. Y en no pocos
casos las razones son absolutamente absurdas: se les prohibe a los niños correr
o jugar... ¡para que no suden!
Quizás lo más triste de todo sea que
algunos representantes no entienden la gravedad de esta situación y se
complacen porque sus hijos no están “perdiendo el tiempo” con jueguitos.
Problemas parecidos, en todo caso, afectan a muchos otros países, a pesar de
que la Convención de los Derechos del Niño y las legislaciones derivadas de
ella, como la lopnna, establecen
el derecho de los jóvenes a la recreación.
Pero no es el punto de vista legal lo que
me interesa tocar aquí, sino las serias implicaciones, en materia de salud
mental, de negarles el recreo a los muchachos. Situación que resulta aún más
grave si tomamos en cuenta que, por razones de seguridad, cada vez más familias
les prohiben a los pequeños jugar en la calle o en el vecindario (un programa
más o menos reciente, del canal Home
& Health, titulado “La infancia perdida” [i],
discutía el asunto en ambos contextos, el escolar y el familiar).
En efecto, parece claro que en las ciencias
humanas ha venido ganando terreno la idea de que probablemente no haya un
tiempo más valioso, desde un punto de vista educativo, que el que se dedica al
juego libre, social y no competitivo. A la inversa, el declive del juego libre,
común hasta apenas unas décadas, parece estar asociado a un alza de problemas
como la ansiedad, la depresión e incluso el suicidio. En los Estados Unidos,
por ejemplo, la tasa de suicidios entre menores de 15 años se cuadruplicó desde
los años de 1950 al 2005; y ese cambio, así como otros índices de un
considerable deterioro de la salud mental no parecen estar relacionados con
ningún ciclo económico o político. Más bien, parecen estar relacionados con la
manera en que los jóvenes ven el mundo, y en particular, con un menor sentido
de control sobre sus vidas. Una creciente mezcla de narcisismo y materialismo
también parecen tener mucho que ver [ii].

Entre los autores más citados sobre el
tema, Peter Gray [iii]
señala cinco grandes formas en que el juego beneficia a los chicos:
1.
El juego le da a los niños
oportunidad de explorar y desarrollar autónomamente sus propios intereses (en
lugar de buscar constantemente la aprobación de los adultos).
2.
Es a través del juego que los
niños aprenden por primera vez cómo tomar decisiones, resolver problemas,
autocontrolarse y seguir reglas.
3.
Durante el juego, los niños
aprenden a manejar sus emociones, incluyendo la ira y el temor.
4.
El juego ayuda a los niños a
hacer amigos y a relacionarse unos con otros en pie de igualdad.
5.
Y lo más importante, el juego
es una fuente de felicidad.
Deteniéndome, por
ahora, tan solo en el cuarto beneficio, Gray dice al respecto:
“El juego social, por su propia
naturaleza, es una actividad igualitaria. Una característica fundamental del
juego es que es voluntaria; los jugadores son libres de abandonar en cualquier
momento, y cualquier jugador que se sienta abusado o menospreciado se irá. Para
que el juego continúe —ya sea que se trate de un agárrame si puedes, una
fantasía sociodramática, o un juego de pelota improvisado— es esencial mantener
felices a los demás jugadores, o al menos suficientemente felices como para que
no desistan. Las reglas deben negociarse, de modo que todo el mundo consienta,
o si no los disidentes se marcharán. Del mismo modo, durante el juego, cada uno
de los jugadores debe sintonizarse con las reacciones emocionales de los demás,
porque quienquiera que se altere demasiado dejará de jugar. Si demasiados
chicos dejan de jugar, el juego se acabó. Es parte de la naturaleza de la
infancia que los niños quieran jugar con otros niños, pero para lograrlo tienen
que aprender y practicar las formas de relacionarse con otros, como iguales” [iv].
En fin, es con base en este tipo de razones
e investigaciones que digo que una escuela sin recreo no es una escuela de
verdad, sino el remedo de una fábrica, de un cuartel o hasta de una prisión. En
realidad, un sentido del juego es indispensable no sólo para la salud física y
mental de la infancia, sino también para que los adultos logren establecer relaciones humanas armoniosas, alcanzar un pleno
desarrollo moral y autorrealizarse. Pero limitándome aquí al tema inicial,
solo cabe reiterar que privar del juego a los niños o niñas, sistemáticamente, además
de ser una flagrante violación a la lopnna,
es también un crimen, en todo el sentido de la palabra, aunque las heridas seguramente
no serán evidentes de inmediato, sino a futuro, bajo la forma de crecientes
índices de drogadicción, violencia, trastornos narcisistas, depresión crónica y suicidio.
[i] Ver (s.f.), Discovery Press Web, http://press.discovery.com/latinoamerica/dhh/programs/la-infancia-perdida/
[ii] Gray, Peter (2011). The Decline of
Play and the Rise of Psychopathology in Children and Adolescents , American Journal of Play, 3(4), pp.
447-452. http://www.psychologytoday.com/files/attachments/1195/ajp-decline-play-published.pdf
[iii] Aquí me apoyo en la síntesis de Entin, Esther, (Oct 12, 2011). All Work and No Play: Why Your Kids Are More
Anxious, Depressed. The Atlantic. http://www.theatlantic.com/health/archive/2011/10/all-work-and-no-play-why-your-kids-are-more-anxious-depressed/246422/
[iv] Op. cit., pp. 456-457.
Destaco el recreo como un espacio de aprendizaje, en el cual las orientaciones y supervisión de los docentes son necesarias, así como la oportunidad de organización del recreo por parte de los estudiantes.
ResponderEliminarRecuerdo una experiencia en la cual los estudiantes, con apoyo de los docentes organizaron el recreo promoviendo la entrega de distintos tipos de juegos y tiempos de lectura, así como la creación de espacios, entre otras cosas pintaron tableros de ajedrez.