Por mi trabajo como educador,
debo tener un vocabulario algo más amplio que el del ciudadano promedio; pero igual
se queda uno sin palabras a la hora de opinar sobre todo el desgobierno y las
bajezas que estamos presenciando en la Venezuela actual. En un sentido más bien
literal, sucede que no sólo la moneda sino también el lenguaje, terminan
devaluándose cuando se les maneja irresponsablemente, sin asidero alguno en la
realidad. Por eso, en vez de acumular un montón de epítetos y adjetivos tratando
de expresar todo el malestar que ronda por nuestras calles, casas y foros
electrónicos, se me ha ocurrido desempolvar de entre mis recuerdos del
bachillerato el uso de las potencias de diez, como forma de distinguir entre
distintos órdenes de magnitud ―o de calamidad―.
Pena ajena por diez a la tres: El general
estrangulador. En el caso de los
periodistas del diario 2001[1],
parece ya bastante absurdo que primero los convoquen a cubrir un evento, y que
cuando están en eso los ataquen y detengan. Ninguna culpa tuvieron ellos de que
lo que se suponía era una feria se convirtiera en una vulgar sampablera cuando
llegó el pernil. Pero igualmente increíble es que haya sido un presunto
general, en persona (y en cayapa), quien le haya aplicado una estranguladora al
fotógrafo, para obligarlo a soltar su preciada cámara. Yo tenía entendido
que los generales se deben ocupar de los
aspectos más elevados de la guerra, como
decidir la estrategia o subir la moral del ejército, no de patadas voladoras o llaves
de lucha libre. De hecho, por eso es que en vez de metralletas o granadas suelen
portar un “bastón de mando”, que ni siquiera como bastón sirve, pues es muy
corto o puramente simbólico. Pero en la Venezuela actual, por lo visto, un
chuzo o un simple pico e’botella de mando ―eso sí, coquetamente bañados en oro―
simbolizarían mucho mejor la calaña de liderazgo que hoy se ejerce en nuestros
cuarteles.
Ilegitimidad por diez a las seis: ¡Que no quede nada
en los anaqueles! Atónita tiene que
haber quedado cualquier persona que haya visto al señor Maduro, primero mandar
a vaciar comercios, y luego, cuando empezaron a obedecerle, hacer llamados a
conservar la calma y respetar la ley... ¿En qué pensarán ese señor y sus seguidores
cuando piensan en la palabra “ley”? Creo que una pista es la afición del
chavismo por los decretos “con rango, valor y fuerza de ley”, pues me parece
que si su mala conciencia no les recriminara que se trata de una nueva
arbitrariedad o marramucia jurídica, no insistirían tanto en que el texto en
cuestión tiene la pinta, el aroma y el tumbao de una ley de verdad. Lo que me
extraña es que para prevenir demandas de nulidad, no escriban al final de cada
decreto “trancao con llave y candao”, como hacen los niños, después de mentarle
la madre a otro, para protegerse de las previsibles réplicas. De todos modos,
no estaría de más que la Universidad Bolivariana creara algún Instituto de
Altos Estudios de Sinónimos, Antónimos y Homónimos (y/o/u Homófobos, si van a
nombrar a Pedro Carreño como Rector). Así el Ejecutivo Nacional tal vez no
confundiría “precios justos” con “justos los que me da la gana”, y lograría
distinguir mejor entre cosas como pajar y panal, estetoscopio y telescopio,
peces y penes, deconstruir y destruir, y sobre todo entre legalidad y
legitimidad.
Indignación por diez a la ene: El cierre del
Ministerio de Educación. Ya desde el
primer libro de pedagogía que me asignaron leer en la universidad, aclaraban a
uno que educar es, por definición, un esfuerzo moral, o dicho de otro modo, que
instrucción no es lo mismo que educación. En ambos casos hay enseñanza, aulas y
pizarrones. Pero la instrucción se queda en el plano técnico o práctico,
mientras que la educación propiamente dicha apunta a lo moral, a los valores
universales o de mayor consenso social, a la plena autonomía y desarrollo del
educando ―jamás a un fin tan bastardo como la permanencia en el poder de una camarilla
o parcialidad política―. Por eso, cuando la Ministra Maryann Hanson gustosamente
subordina su despacho a la secretaría de propaganda del PSUV, está clausurando,
de facto o para efectos morales, al Ministerio de Educación, por más que las
oficinas se mantengan abiertas y la burocracia continúe su ciego curso. Falsear
la historia, abusar de la Constitución so pretexto de “ilustrarla”, reformar el
currículo para fomentar el chavismo como si fuese un culto religioso[2]...
todo ese adoctrinamiento no es más que otra clase de saqueo ―el saqueo de las
conciencias infantiles― que seguramente no llamará tanto la atención como el
hecho de que alguien rompa una vidriera o una santamaría, pero que si pusiéramos
las cosas en su justa perspectiva, nos resultaría muchos miles de veces más
grave y condenable.
En fin, esto es lo que hay. A
esto se reduce el cacareado proyecto de país del chavismo. Censura, plasmas y
fanatismo para hoy; tortura, hambre y más sangre para mañana.
[1] San
Miguel, Rocío (2013, 7 de noviembre). Militares contra periodistas. Noticiero Digital, disponible en http://www.noticierodigital.com/2013/11/militares-contra-periodistas/
[2]
Ojeda, Juan José (2013, 6 de noviembre). Constitución Ilustrada pretende
involucrar a niños en una suerte de religión chavista. Noticiero Digital, disponible en http://www.noticierodigital.com/2013/11/constitucion-ilustrada-pretende-involucrar-a-ninos-en-una-suerte-de-religion-chavista/
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