(Gracias a la
gentileza de los editores, a continuación la versión castellana de la reseña
publicada en catalán por el Anuari de
psicologia de la Societat Valenciana de Psicologia, 2013-2014, Vol. 15, pp.
195-197).
Desarrollo moral y realidad: Reseña de Gibbs, John C. (2014)[i]
Este es, sin duda, un libro de gran
envergadura y trascendencia. La envergadura se puede apreciar en el hecho de
que el autor, quien ha escrito más de 80 artículos o capítulos de libros sobre
distintos aspectos del desarrollo moral, nos ofrece en este texto un compendio
de su obra. Y la trascendencia queda de manifiesto no sólo por la importancia
de los temas que trata, como el comportamiento prosocial, el tratamiento de los
jóvenes antisociales y el sentido último de la moralidad, sino también por la
profundidad o propiedad del análisis. Porque siendo el desarrollo moral un tema
tan exigente desde el punto de vista epistemológico, en esta área los simples
inventarios de estudios experimentales o resultados estadísticos tienden a ser
confusos o de poca utilidad. Pero si bien Gibbs está al día con la literatura
empírica, el hilo de su argumentación no gira en torno a ella, sino en torno a
la peliaguda cuestión de en qué grado o en qué sentido se puede decir que
ciertos conocimientos morales son verdaderos u objetivos. No en balde el texto
hace referencia a la realidad.
En este último sentido, es claro que el
enfoque de Gibbs preserva diversos componentes fundamentales del legado de
Lawrence Kohlberg, aunque ya desde los años 70 también había empezado a
proponer la revisión de otros, sobre todo los relacionados con el desarrollo
moral adulto y lo que Kohlberg llamaba el “nivel postconvencional”. Nivel que
Gibbs descarta, distinguiendo más bien entre el desarrollo moral “estándar”, el
cual abarca (con ciertas reformulaciones o adaptaciones) las cuatro primeras
etapas descritas por Kohlberg, y el desarrollo moral “existencial”, que puede
superponerse con el estándar, a partir de la adolescencia, pero que en todo
caso no procede según etapas, en el sentido estricto o Piagetiano del
término.
Otra forma en la que Gibbs procura
actualizar o reconsiderar el legado kohlbergniano es equilibrando la
importancia que se debe conceder a los aspectos cognitivos y afectivos del
desarrollo moral. El primer tercio del libro, aproximadamente, se dedica a
ello, al discutir detalladamente las congruencias y discrepancias entre la
teoría Kohlbergniana y las teorizaciones de Martin Hoffman sobre el desarrollo
de la empatía y su significación moral.

En el segundo tercio del libro, aunque
también hay interesantes aportes teóricos, el énfasis recae más bien en la
aplicación del enfoque previamente elaborado a los dos grandes extremos de la
relación entre el comportamiento y la moralidad: el comportamiento prosocial y
el comportamiento antisocial. Particularmente esclarecedora, a mi modo de ver,
es la discusión de un caso tristemente célebre, el de Timothy McVeigh, quien en
1995 voló un edificio gubernamental en la ciudad de Oklahoma, dejando un saldo
de 168 muertes y más de 600 heridos. Si bien McVeigh clamó haber actuado justicieramente,
en venganza por las muertes ocurridas exactamente dos años antes, en el asedio
de Waco, el análisis de Gibbs muestra claramente que McVeigh no fue de ningún
modo un “ejemplar moral”, sino una persona con un considerable temple personal,
puesto al servicio de un sentido moral gravemente inmaduro y distorsionado por
el odio.
De hecho, el caso de McVeigh,
ciertamente inusual desde un punto de vista estadístico, ilustra de modo
elocuente los tres grandes rasgos que caracterizan a los delincuentes
juveniles: un retraso del desarrollo moral; distorsiones cognitivas egocéntricas;
y habilidades sociales deficitarias. Mientras que el Capítulo 7 se le dedica a
profundizar en esa caracterización, el Capítulo 8 se le dedica a presentar un
enfoque cognitivo conductual y diversas herramientas específicas para el
tratamiento del comportamiento antisocial entre jóvenes. Todo ello integrado
dentro de un modelo llamado EQUIP, el cual ha sido implementado o adaptado en
diversas instituciones de los Estados Unidos y Europa, con beneficios
substantivos cuando el entrenamiento del personal y el número de sesiones por
semana son adecuados. En una de las evaluaciones, por ejemplo, el porcentaje de
reincidencia un año después, fue del 15% en el grupo experimental, mientras que
el del grupo control fue de un 40.5%[iii].
Como si todo lo anterior fuese poco,
antes de cerrar el texto Gibbs pasa revista a dos casos de experiencias
cercanas a la muerte, y del profundo cambio o crecimiento moral que
significaron para quienes tuvieron esas experiencias. A juicio de un ilustre
investigador de la psicología moral, con quien tuve el placer de conversar en
uno de los congresos anuales de la Asociación para la Educación Moral (y a
quien no viene al caso identificar aquí), esa parte de la argumentación de
Gibbs sería la “más débil” del libro. Punto de vista que no comparto, aunque
como es obvio, la significación última de la vida y de la muerte son temas que
difícilmente pueden abordarse mediante cuidadosos diseños experimentales o los
más novedosos paquetes estadísticos. Pero a mi modo de ver, una psicología
moral que pretenda eludir esa clase de temas, o que se limite a responder que
esos significados dependen del cristal local o cultural con que se les mire,
sencillamente no merece ser considerada una psicología moral. Por lo demás, a mi juicio, en el análisis que Gibbs hace de
ese tipo de experiencias no hay nada de estrafalario o de fantasioso, ni
tampoco algún paso de contrabando hacia el terreno de la religión. Porque si
bien lo que pueda haber más allá de la vida ciertamente no está a nuestro
alcance como investigadores de las ciencias humanas, las circunstancias
objetivas de las experiencias cercanas a la muerte, y los cambios psicosociales
que se puedan desencadenar a raíz de esas experiencias, son perfectamente
susceptibles de ser documentados y analizados con rigor.
En cualquier caso, juzgue el lector por
sí mismo cuán ciertos o cuán inauditos son los argumentos fundamentales de
Gibbs: “Si, [como asumo aquí] la vida está profundamente interrelacionada, si
de algún modo somos parte, el uno del otro, entonces ponerse en el lugar de
otro no es tan solo experimentar al otro, sino también experimentar parte de
uno mismo. Y ayudar o hacerle daño a otros es en última instancia ayudarse o
hacerse daño uno mismo”[iv].
En fin, por lo que a mí concierne, éste
es sin duda uno de los más autorizados y valiosos libros de psicología moral
que se hayan escrito, y aquí tan solo me queda hacer votos porque sea
traducido, tan pronto como sea posible, al castellano, al catalán, y a
cualquier otra comunidad linguística en donde el sentido de la vida y la
educación moral sean temas de reflexión, debate o investigación sistemática.
[i] GIBBS, John C. (2014). Moral Development & Reality. Beyond the
Theories of Kohlberg, Hoffman, and Haidt. 3rd ed. New York,
Oxford University Press, 355 pp.
[ii] “In the final analysis, however, the serious limitations (negative skew;
exclusion of prescriptivity; moral relativism) of Haidt’s theory overshadow its
contributions”, Op. cit., p. 38.
[iii] Ibid., pp. 202-203.
[iv] “If life is profoundly interrelated, if we are somehow part of each
other, then to put oneself in another’s place is to experience not only the
other but also part of oneself, and to help or hurt others is ultimately to
help or hurt oneself”, Op. cit., p. 237.