¿Cómo somos los venezolanos
en la actualidad? ¿Cuáles son nuestros rasgos más llamativos o definitorios? Me
lo pregunto porque nuestra fisonomía o identidad colectiva parece haber
cambiado de modo acelerado y drástico en los últimos tiempos. Antes nos
vanagloriábamos de ser indoblegables amantes de la libertad, así como generosos,
hospitalarios y solidarios por excelencia. Pero hoy por hoy nuestro retrato parece
ser bastante distinto. Al menos así se desprende de lo que podemos leer en la
prensa.
Maritza Montero, por ejemplo,
toda una autoridad en la materia, decía hace poco que “los venezolanos nos
hemos vuelto pedigüeños”[i]. Mientras
que Alberto Barrera Tyszka, en uno de sus punzantes artículos[ii],
contrastaba el mito de que somos guerreros y “cuatriboleados”, con la callada resignación
de las colas para comprar papel higiénico.
En verdad, parece que seguimos
siendo belicosos, pero ya no en defensa de la libertad, sino de recompensas
mucho más prosaicas. Lo digo basándome en titulares surtidos. Descartemos los numerosos
reportajes relacionados con el “Mocho” Edwin, acribillando a sus rivales, ya
rendidos, para luego arrancarles el corazón y los ojos, entre otras cosas.
Digamos que como “pran” al fin, no es del todo representativo. Digamos que es
un psicópata, o hasta un simple nostálgico de los aztecas. Pero de todos modos
cabría preguntarse por qué algunas jóvenes de barrio consideran un honor parirle a un malandro[iii].
Consideremos entonces las
noticias sobre la gandola saqueada en Caracas, en la transitada autopista
Francisco Fajardo, a plena luz del día, después de un accidente de tránsito. En
ese caso no está del todo claro si el desafortunado transportista estaba ya
muerto o aún agonizaba, cuando los saqueadores ―motorizados, vecinos,
conductores― le pasaron por encima para apoderarse del cargamento de carne.
Según una versión[iv],
por cierto, el conductor se hallaba atrapado en su asiento, y fue el peso de
los saqueadores sobre la deformada cabina el que terminó de ocasionarle la
muerte, por asfixia. O si se prefiere, consideremos el caso de la mujer que en
el estado Aragua le provocó un aborto a su hermana[v],
que llevaba seis meses de gestación, con una patada al vientre, mientras
peleaban por un paquete de harina pan… ¡Qué
lejos estamos de aquel decir, según el cual todos nacíamos con una arepa debajo
del brazo!
Tal vez me esté engañando a
mí mismo, pero creo que nosotros no éramos así. Por supuesto, no pretendo decir
que no queden personas decentes entre nosotros; pero es claro que no es lo que
abunda o destaca. Por otra parte, es verdad que la mal llamada “viveza” siempre
fue uno de nuestros defectos; pero lo que estamos presenciando ahora, en
infinidad de circunstancias como las mencionadas, de ninguna manera puede ser considerada
una forma de viveza. Aunque no sé si decir que es bestialidad, pura y simple; o
decir, aunque suene paradójico, que es un culto, la consolidación de toda una
cultura en la que el salvajismo y la crueldad son los valores supremos.

[i]
Zamora, Cristhoferson. (14 de julio de 20013). El venezolano se ha vuelto
pedigüeño, (Entrevista a Maritza Montero). 2001,
pp. 8-9.
[ii]
Barrera T., Alberto. (22 de septiembre de 2013). Cuatro rollos. Siete días, El Nacional, p. 7.
[iii]
Durán, Marianella (11 de noviembre de 2012). Crónica: el dudoso “honor” de
parirle a un malandro. Últimas Noticias,
disponible en http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/actualidad/sucesos/cronica-el-dudoso--honor--de-parirle-a-un-malandro.aspx
[iv]
Chourio, Mairy (28 de septiembre de 2013). Gandola fue saqueada mientras
conductor fallecía. Compañeros aseguran que camionero quedó asfixiado por
desvalijadores. La Voz, p. 5.
[v]
Muere bebé cuando hermanas peleaban por paquete de harina. La Voz, p. 44.
[vi] Rayma
(29 de septiembre de 2013). El Universal,
p. 4-5.